El vergüencimetro

En este momento estás viendo El vergüencimetro

Hace varios años, trabajaba como maestra de cuarto de primaria, y cada mes les pedía a mis alumnos que hicieran una exposición. Durante las primeras exposiciones, una alumna traía una cartulina perfectamente bien hecha, con diamantina, ilustraciones bellísimas, muchos colores e información muy clara. Pero, cada vez que la niña se paraba a exponer se quedaba congelada y apenas tartamudeaba el contenido de la exposición. Una sospecha de maestra veterana me hizo pensar que mi alumna no estaba haciendo la cartulina. Entonces, decidí mandar llamar a su mamá para ver qué pasaba con su hija. El día de la cita, confronté a la mamá de mi alumna con lo que estaba pasando a la hora de las exposiciones. Después de escucharme, la señora dio un gran suspiro y dijo:
—¡Ay, maestra! pues ni para qué le invento. La verdad es que yo le hago las cartulinas —contestó la señora y continuó. —pero es que usted no sabe, cada vez que le pido que haga su cartulina para la exposición, hace las cosas sucias, con lápiz y le quedan todas arrugadas. No se esfuerza nada. Por eso, termino haciéndolas yo.
—¿Me podría decir qué pasaría si dejara que ella hiciera su cartulina y la trajera a la escuela? —le pregunté.
—Pues imagínese, ¡qué vergüenza! —me contestó nerviosa.
—¿Vergüenza? ¿para quién? —le pregunté.
—Bueno, para mí. Pero también para ella. Imagínese la vergüenza que sentiría mi hija si la dejara que presentara sus cartulinas así de feas frente a sus compañeros.
Entonces le expliqué que sentir vergüenza no es malo. Que si les enseñamos a los niños a manejarla sanamente, la vergüenza les ayuda a crecer como seres humanos. Nuestro acuerdo fue que la próxima vez que hubiera una exposición, ella dejaría a su hija que hiciera su cartulina sola.Unas semanas después, llegó el día de la siguiente exposición. Mi alumna se paró frente a sus compañeros y al ver la cartulina entendí completamente el sentir de la mamá. La cartulina estaba arrugada, sucia, con información incompleta.
Parecía una cartulina hecha por un alumno de primero de primaria. Esperé a que mi alumna se parara frente a sus compañeros para exponer y se quedó congelada. Esta vez, no pudo decir ni una sola palabra. Minutos después tocó el timbre para salir al receso y le pedí que se quedara para platicar. Nos sentamos frente a frente y con suavidad le pregunté:
—¿Qué pasó con tu exposición?
Se quedo callada unos minutos, con la mirada hacía abajo buscando su respuesta. Era evidente que se sentía avergonzada. Tras un largo silencio me contestó:
—Ay… es que me dio mucha vergüenza y no pude decir nada. —dijo temerosa y con lágrimas en los ojos.
Entonces le expliqué que sentir vergüenza no era tan malo. Que la vergüenza le estaba avisando que ella había actuado en contra de la niña que ella deseaba ser.
—Si sentiste vergüenza el día de hoy al exponer, quiere decir que tú deseas ser una alumna responsable —le dije. —Escucha lo que te dice tu vergüenza y ponte en contacto con tu Deseo de Ser. El Deseo de Ser es esa niña que tú quieres ser desde el fondo de tu corazón, la mejor versión de ti misma. ¿Sabes que clase de alumna deseas ser?
—Yo quiero ser buena alumna—me dijo mientras se limpiaba las lágrimas de sus ojos.
—Estoy segura que sí —le contesté.
Después hicimos un vergüencímetro, un instrumento gráfico (inventado por mí) que medía del uno al diez la intensidad de su vergüenza.
—¿Hasta dónde sentiste que llegó tu sentimiento de vergüenza el día de hoy? —le pregunté.
—¡Uuuuuuuy, como hasta el doce! —me contestó.
Finalmente, le dije:
— La próxima vez mientras preparas tu exposición, recuerda lo que sentiste hoy y ponte en contacto con tu deseo de ser buena alumna.
Le di un abrazo y se fue al receso. Tres semanas después llegó la siguiente exposición. El cambio en la calidad del trabajo de mi alumna era notable. Mes con mes iba bajando el vergüencímetro. Al finalizar el año, el vergüencímetro había llegado al número tres.
Pero lo mejor era el brillo de los ojos y la cara de orgullo de mi alumna al actuar de acuerdo a su deseo de ser. Terminó siendo unas de las mejores expositoras del salón.
Desde entonces, entendí la importancia de enseñarles a los niños a manejar sanamente sus sentimientos de vergüenza.
Todos los que participamos en el proceso de formación de los niños y jóvenes, hemos tenido momentos en nuestra vida en los que hemos necesitado explicarles el porqué de ciertas emociones y cómo manejarlas sanamente. Te invitamos a que nos compartas tus inquietudes. ¿Qué temas, o qué tipo de información puede ser útil para ti y tu familia? Para que a través de tu retroalimentación sigamos trabajando en ofrecer información de calidad sobre el manejo de las emociones.