“La felicidad de los hijos depende en gran medida de la educación que reciban de sus papás.” Es una frase que la mayoría de los padres hemos escuchado, y de la cual, muchos estamos conscientes. Sin embargo, en mi consultorio con frecuencia me encuentro con padres de familia que confunden esta frase, con la idea de que “los padres somos responsables de mantener a nuestros hijos felices todo el tiempo”. ¡Y vaya que eso es un problema! Porque aquellos que creen en esto, evitan a toda costa que sus hijos experimenten emociones negativas.
En el seminario pasado, explicaba que las emociones negativas tienen una función muy importante.
De manera resumida, son las que nos avisan cuando algo no va bien en nuestra vida, cuando algo amenaza nuestras necesidades o deseos, e incluso cuando hemos amenazado o lastimado las necesidades de los demás. Además, cada una de las emociones negativas nos comunica mensajes específicos a cerca de nosotros y nuestro entorno. Entonces, cuando evitamos a toda costa que nuestros hijos experimenten emociones negativas, les quitamos la oportunidad de aprender a reconocerlas, a escuchar lo que éstas les comunican y de conocer cómo manejarlas sanamente. Por ejemplo: Cuando un padre evita que su hijo se sienta culpable tras haber lastimado a un compañero, impide que su hijo se sienta responsable por haber causado un daño. Además, también impide que su hijo aprenda a reparar el daño, a través de escuchar lo que su sentimiento de culpa naturalmente le comunica.