“Yo no sé qué les sucede a las nuevas generaciones, parece que a muchos se les dificulta decirle que no a los niños y ahora resulta que pegarles les hace daño. A mí me pegaron y no me pasó nada”, me han dicho algunos papás frustrados con el cambio tan drástico que se ha dado en las últimas décadas respecto a la educación de los niños.
Lo que a muchos papás les falta ver, es un gran contexto histórico respecto a las familias. Y hoy quisiera compartirlo con el afán de crear mayor armonía en los que actualmente se encargan de criar niños y que en ocasiones no se ponen de acuerdo. Según Bradshaw, experto en dinámica familiar, gran parte de los problemas que vive la actual generación de padres radica en el hecho de que hace no muchos años, en muchas familias las reglas respecto a los niños eran parecidas a lo que a continuación se presenta:
1. Los adultos siempre estaban en lo correcto o muy rara vez se equivocaban.
2. El niño debía callar y ser complaciente a todo lo que el mayor dijera.
3. Los niños debían respetar a sus mayores sin importar si adulto era ofensivo, abusivo, insultaba o golpeaba al niño.
4. El niño no tenía derecho de hablar sobre los errores o equivocaciones de los adultos. Si lo hacía, era señalado como malo o inadecuado. Si los niños evidenciaban ciertas conductas inadecuadas de los adultos, muchas veces se les reprendía, se les callaba o invalidaba. Muchas veces se les decía: “Eres un niño y por eso no puedes comprender las cosas de los adultos”.
5. Los niños hacen a los adultos enojar y por lo tanto, el adulto no se hacía responsable de sus propias emociones.
6. La voluntad del niño debía ser quebrantada lo antes posible, para no permitir que saliera su malicia. Muchos creían que el niño nacía con cierta maldad que había que erradicar.
7. Las emociones y sentimientos de los niños no debían ser tomadas en cuenta, porque ellos eran criaturas caprichosas que había que controlar y domar por su naturaleza rebelde.
8. Los adultos no pedían disculpas y era raro que reconocieran sus errores, porque para muchos significaba perder autoridad.
9. Expresar afecto, cariño o cualquier emoción, (excepto el enojo), para muchos era signo de debilidad.
Si bien, muchas de estas reglas eran implícitas (lo que significa que no se hablaba de ellas), fueron practicadas en muchísimas familias de nuestra sociedad. Hasta que, a alrededor de la década de los ochentas, múltiples investigadores en el tema comenzaron a exponer la gran cantidad de abusos y desequilibrios emocionales que se provocaron en los niños que crecieron con esta pedagogía.
Y por si aún te preguntas porqué es una pedagogía totalmente tóxica quisiera invitarte a reconocer lo siguiente: El niño es el ser más dependiente del afecto y aceptación de sus papás en todas las especies de seres vivos. De los cero a los ocho años, la seguridad y autoestima del niño depende directamente de lo que los padres piensen y sientan por su hijo. Así como de la capacidad del padre de atender las necesidades emocionales de su pequeño. Y cuando sucede lo contrario, el niño poco a poco va perdiendo la capacidad de aceptarse a sí mismo, de reconocerse como ser humano valioso, de conectar emocionalmente con los demás, de comunicarse y de actuar haciendo bien las cosas porque verdaderamente las comprende. Es decir, a través de esta pedagogía tóxica las cosas se debían hacer porqué si o porque si no te iban a pegar o a humillar. En aquellos tiempos avergonzar a los niños para hacerlos reaccionar era una costumbre muy común. ¿Acaso no recuerdas a algún adulto que te controlaba sólo con la mirada, porque tenías miedo de que sus palabras te fueran a lastimar o a avergonzar?
En consecuencia, cuando un niño era criado con mensajes que decían: “¡Calla!, no contradigas a los mayores… Reprime tus sentimientos, debes ser fuerte… Si deseas amor debes complacerme y darme gusto, de lo contrario recibirás mi desprecio… Si te portas mal recibirás una paliza, tú eres un niño y no entiendes nada”, crecía desarrollando lo que se conoce como un YO FALSO. Éste último no es más que una proyección del ser con el que trataban de agradar a sus padres y complacerles. Pero el problema de cualquier niño que crea un YO FALSO, es que gradualmente aprende a ignorar lo que realmente quiere, necesita y siente. Y pierden la oportunidad de aprender a dialogar con sus padres para entender que el porqué de hacer las cosas radica en valores universales como el amor, el respeto, la honestidad, la responsabilidad, la empatía, etc. De ahí que en estas generaciones muchas veces el porqué delas reglas de casa estaba motivado por el miedo a ser reprendidos, a ser humillados o no aceptados.
En estas generaciones, creo yo que los que más sufrieron fueron los niños de voluntad firme. Estos de espíritu decisivo cuya voluntad no es fácil de quebrantar. Muchos de ellos, lo que realmente buscaban era una explicación lógica del porqué debían hacer las cosas. Porque para ellos lo más importante era hacer las cosas por voluntad propia. Pero a menudo, por qué debían obedecer a sus padres se reducía a: “Si no haces lo que yo te pido te voy a golpear con el cinturón”. Y estos niños: DETESTAN SENTIRSE CONTROLADOS. Así que muchos, con cada episodio de control parental, se sentían cada vez más enojados con sus padres. Pero como sentir enojo hacía sus padres tampoco era permitido, la mayoría de las veces lo reprimían. Y como lo he comentado en muchas de mis publicaciones, el enojo es algo que si no se resuelve se acumula. De ahí que, al llegar a la adolescencia, los niños de voluntad firme, a menudo se convertían en jóvenes “rebeldes”, enojados con la vida, porque no habían recibido las explicaciones ni el cariño que necesitaban. Y para muchos el alcohol y las drogas era su mejor consuelo para sentir paz interior, para dejar de sentirse enojados, culpables o avergonzados de su persona.
Así, crecieron miles de niños que ahora son adultos. Y que, en la actualidad, debido a esta pedagogía tóxica aún se les dificulta decirle a su pareja a sus papás o a sus hijos lo que realmente sienten. Muchos aún no saben dialogar y resolver problemas con amor, con apertura, con paciencia, y sin gritos. Porque ellos aprendieron que el camino para obtener lo que desean es el control que se manifiesta a través de insultos, amenazas menos precio, castigos, la ley del hielo, y en algunos casos, también los golpes.
Sé que aún hay mucho por hacer para ir mejorando la educación que se les da a los niños y a los jóvenes. Sabemos que hay una crisis actual en el manejo de los límites en muchos padres de familia. Pero por lo menos, hoy en día es evidente que en las nuevas generaciones de papás y mamas, hay muchos buscando cercanía y conexión emocional con sus hijos. Hay muchos padres interesados no sólo en el desarrollo académico de sus hijos, sino en su equilibrio y salud emocional. Hace veinte años cuando en mi consultorio les preguntaba a papás y mamas si su hijo se sentía amado por ellos, la mayoría de las veces me comentaban que ni siquiera se habían planteado esa pregunta. Y hoy en día, la mayoría de los padres que atiendo, gracias a los cambios en la educación, sí la tiene presente.
Para mí, reconocer el dolor que viví debido a muchas de las reglas de la pedagogía tóxica mencionadas al inicio de este artículo, fue uno de los motores más grandes para escribir mis cuentos para niños “La Nave de los Sentimientos” y “La Derrota del Señor Enojo”. Tenía el deseo de formar una familia en la que todos hablaran con naturalidad de lo que REALMENTE SIENTEN, una familia en la que pudiéramos hablar de nuestro enojo con respeto y cariño y así llegar a acuerdos y en la que mis hijos comprendieran que el porqué de las reglas está basado en principios de amor, responsabilidad, respeto y honestidad. Y hoy te puedo compartir, ahora que mi hija mayor tiene dieciocho, y mis dos hijos adolescentes tienen catorce y dieciséis, me siento feliz de haber tomado la decisión de criar a mis hijos si. golpes. Soy feliz de que no me tengan miedo, por qué no necesitan tenerme miedo para tomar decisiones responsables para su vida. En su caso el porqué de sus decisiones está fundamentado en el amor por su persona, por su familia y por su vida.
Y lo que es mejor, he tenido la oportunidad de compartirle a muchos padres de familia un método para saber educar sin tener que golpear.
Si tú eres de esos papás que desean hacer un cambio en las nuevas generaciones, te invito a dialogar con tu pareja sobre estos temas para que juntos puedan desarrollar una pedagogía más sana que la que ustedes vivieron en su infancia.
Si gustas consultar BIBLIOGRAFÍA respecto a este tema, te recomiendo a los autores: Alice Miller y John Bradshaw, libros: Healing the shame that binds you, The family, Adult children of alcoholics, The drama of the gifted child.