Ilusión de las calificaciones

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Cada mes, los maestros nos encontramos con la difícil tarea de tratar de evaluar cuanto aprenden los alumnos en nuestra materia a través de un número. La realidad es que para saber cuanto aprende un alumno en una materia determinada, el maestro tendría que meterse en su mente y pensamientos para saber si recuerda los temas vistos, para saber si los puede explicar, y para saber si puede aplicar el conocimiento en su vida diaria. Pero, como meterse en los pensamientos y en la conciencia de un alumno es imposible, los maestros recurrimos a tareas, trabajos, y hojas con preguntas llamadas exámenes, que nos dan una calificación basada en porcentajes y numeración con escala del uno al 10. Y por si fuera poco, este proceso hay que hacerlo simultáneamente con grupos de 20 a 40 alumnos. Lo anterior, hace que el proceso de evaluación de los alumnos SEA MUY FALIBLE y que DIFÍCILMENTE REPRESENTE CUANTO REALMENTE APRENDIÓ EL NIÑO O EL JOVEN.

El problema más grande de este sistema, es el valor que muchos padres de familia le dan a las calificaciones de sus hijos. Yo soy de dieces me han dicho alumnos muy orgullosos, yo soy de ochos y nueves, yo soy de seises. Como si el número que sacaran representara cuanto valen como persona. Otros papás, acuden a las escuelas a pelear por las calificaciones de sus hijos como si de ello dependiera su vida. Otros regañan a sus hijos cuando sacan una baja calificación sin importar o siquiera preguntar qué aprendió en la materia.

¿Qué es más importante para ti y para tu hijo, aprender, o sacar una buena calificación? ¿Tú hijo se siente inteligente?, ¿tu hijo se siente motivado por el aprendizaje?, ¿tu hijo quiere ser una persona responsable?, ¿tu hijo sueña con su futuro?
No sé si algún día podamos encontrar una manera más objetiva de saber cuanto aprendió un alumno a través de un número. Pero, lo más importante en el camino del aprendizaje de nuestros hijos no es que sean de dieces, sino que sientan que pueden, que son inteligentes, que quieran ser responsables, que crean en su potencial y que sueñen con un gran futuro. Un niño o joven que crece creyendo en si mismo y que considera que aprender es divertido, tiene muchas más posibilidades de ser exitoso en la vida que aquel que tiene puros dieces pero que tiene miedo de equivocarse. Enseñemos a nuestros hijos a amar el aprendizaje, a sentir que pueden, a desear ser responsables, porque ser responsables es una manera de amarse a si mismos y a saber levantarse y corregir el rumbo cuando se equivocan.

De esta manera, ¡los dieces llegarán por si solos!

Te deseo que esta reflexión te ayude a crear un ambiente de cariño, entusiasmo y alegría, en estos días que nos toca apoyar a nuestros hijos con las tareas de la escuela.