¿Alguna vez te has detenido a pensar en el impacto que tus palabras sobre mi apariencia física tienen en mi tranquilidad emocional? No sé si lo habías notado, pero cada semana recibo cientos de mensajes e imágenes de cómo se supone que debo de verme, de la ropa que debería lucir, del tamaño perfecto de cintura, de cadera y de la forma perfecta de mis pechos. Tan sólo abro mi cuenta de Insta y en pocos segundos soy bombardeada de anuncios que me comunican que si no me visto o luzco de cierta forma, no soy suficientemente valiosa, o merecedora de aceptación. Y si a eso le agregas que mis amigas también son bombardeadas diariamente por la misma cantidad de mensajes, sin darnos cuenta, muchas veces nuestras conversaciones se tornan en algo vacío que se enfoca en quién se ve bien y quien se ve mal.
Incluso tengo conocidas, tan convencidas de que su apariencia física es lo que más vale de su persona, que a sus tiernos 15 años, cuando sus cuerpos no se han terminado de formar, ya están dispuestas a gastar cientos de dólares en cirugías que pretenden ponernos un par de bolsas de plástico con agua para que tengamos los “pechos del tamaño perfecto”. Otras tratan de elevar su autoestima buscando seguidores por medio de fotografiar diferentes partes de su cuerpo. Creo que en lugar de hablar mal de esas niñas, deberíamos ser compasivas, contactar con el vacío emocional que están viviendo para tratar de elevar su autoestima mediante ese tipo de imágenes en las redes.
Tal vez papá y mamá, si recordaran lo importante que son a mi edad las palabras de aceptación o rechazo de tus padres para sentirte segura cuando sales a la calle y algunos hombres te voltean a ver como si fueras un objeto al que hay que ponerle calificación. “Ella es un 10, ella es un 8, ella es un 5”, dicen algunos, hombres.
A veces me detengo a recordar que hace un para de años, cuando aún era una niña, nadie me valoraba por la manera en la que me veía. En aquellos tiempos, era importante ser alegre, amable, responsable o respetuosa, entre muchas cualidades bellas de los seres humanos. Pero ahora que tengo 14, y que por lo mismo busco afirmación de que hago las cosas bien como la mujer joven en la que me estoy convirtiendo, parece que allá afuera la aceptación depende en su gran mayoría de mi apariencia física, en lugar de mi interior.
Sé que no puedo cambiar el mundo exterior, ni mi necesidad de sentirme aceptada. Porque esta necesidad de aceptación busca que yo me conozca a mi misma, que poco a poco descubra mi esencia como mujer, que reafirme mis valores, así como el ser humano que estoy destinada a ser. Sin embargo, creo que sí podemos cambiar algo. Te propongo mamá, te propongo papá que al menos en casa, cuando estemos en familia no admiremos a las mujeres que se ven bonitas por fuera. Dejemos de comentar acerca de tamaño del cuerpo de las personas y por supuesto, no critiquemos a los que no se ven o se visten de cierta manera. En lugar de eso, que nuestras conversaciones enaltezcan las cualidades de carácter. En lugar de decir: “Qué bonita se ve o luce cierta persona”, hablemos de su fortaleza, de su capacidad para ser compasivo, de su congruencia, de su capacidad para saber amar, entre muchas otras cosas. Este tipo de diálogos, seguramente me ayudarán a sentirme inspirada en conocer la mejor versión de mi misma. Así cuando llegue el momento para mí de formar una pareja, difícilmente buscaré a un hombre que me valore por mi exterior, porque ese tipo de personas las veré como algo muy distinto a lo que en mi familia me enseñaron.
Por último mamá, te pido que tú también hagas lo mismo. Estoy segura que en tus tiempos a ti también te bombardearon de mensajes que te hicieron sentirte menos, insuficiente, o poco valiosa por tu apariencia física. Y tal vez, ni siquiera tuviste unos padres tan cercanos y comprensivos como tú lo has querido ser para mí. Sé que en tus tiempos no se acostumbraba hablar de lo que sentías con tus padres. Pero, por eso me atrevo a escribirte esta carta. Porqué tú deseas que yo sea honesta contigo y confíe mis sentimientos.
Hoy te confío que necesito de tu aceptación, y para ello, tú necesitas aceptarte. Necesito que me guíes en lo que verdaderamente vale de una mujer. Y a ti papá, te pido que tengas presente que la manera en la que me trates a mí y a mi mamá, se convertirá en lo mínimo que yo esperaré de mi pareja del futuro.
Con todo cariño, su hija adolescente.
Escrito, con mucho amor para abrir la comunicación y la comprensión en las familias de todos aquellos que tenemos hijas adolescentes.