Creo que todos los padres de familia, queremos que el amor sea el estado emocional que predomine en la relación con nuestros hijos. Sin embargo, en ocasiones dejamos de lado uno de los elementos más importantes para que esto sea una realidad. ¿Te habías dado cuenta que un pilar central para la presencia del amor en cualquier relación es la paciencia? Uno de mis libros favoritos explica que el amor está cimentado en dos pilares centrales: la paciencia y la amabilidad. Es decir, mientras más falta paciencia en una relación, mayor tensión, irritabilidad y enojos. En cambio, mientras más paciencia exista en una relación más sentimientos de amor y cercanía. Y lo mismo sucede con la amabilidad.
Debemos reconocer que la paciencia es el ingrediente más importante para saber cómo actuar con amor, con amabilidad y con inteligencia ante las crisis, los tropiezos de nuestros hijos y los momentos más difíciles. Y que más que morderte el labio para evitar que salga un grito de desesperación, la paciencia es ese respiro profundo que nos llena de calma, que nos permite actuar con amor y recordar la importancia de saber esperar el tiempo necesario para obtener el resultado adecuado. Y eso, es muy fundamental cuando convivimos con seres humanos que requieren de tiempo para ir comprendiendo los porqués de la vida. En otras palabras, los niños y los adolescentes son las personitas que requieren de más tiempo para aprender a tomar buenas decisiones. Y cualquiera que participe en la formación de ellos, requerirá de practicar la paciencia para permitir que el tiempo pase y con ello se den de forma natural muchos procesos de maduración. Cabe mencionar que los procesos de maduración de niños y adolescentes requieren de explicaciones llenas de calma, inteligencia y cariño que les permitirán a nuestros hijos reflexionar y tomar decisiones que los impulsen a amarse a sí mismos.
Alguna vez has visto a una persona impaciente y amable al mismo tiempo. La respuesta es no, porque la impaciencia es producto del miedo, estado emocional que nos impulsa a ver lo negativo, a controlar a los demás y en casos extremos a atacar. De ahí que la impaciencia y el trato amable no se puedan combinar.
Así mismo, los padres que practican la paciencia enseñan a sus hijos a comprender y razonar antes de reaccionar con ira, con irritación, o intolerancia. La paciencia es la herramienta más poderosa para evitar que un pequeño enojo se convierta en un incendio emocional difícil de apagar. En otras palabras, cuando practicamos la paciencia, nuestros hijos aprenden la importancia de regular sus propias emociones mediante el ejemplo de sus padres.
Por último, quiero dejar claro que practicar la paciencia no significa no poner límites, o establecer consecuencias correspondientes a las faltas de nuestros hijos. Pero, la aplicación de las mismas se hace con paz y tranquilidad.
Esta semana te reto a tener presente la paciencia como pilar central en las interacciones con tus hijos. El reto consiste en mantener la calma y la serenidad en todo momento. Es decir, cero gritos ante las dificultades. Ante los momentos de crisis sustituye gritar o levantar la voz por momentos de calma, y diálogo que logren la mutua comprensión. ¿Te atreves a participar en el reto?
¡Te invitamos a participar con tu pareja en este reto de padres y compartirnos tus experiencias! Ver menos