“Creo que mi hijo sufre de ansiedad. Se pone tan nervioso en los exámenes, que se le olvida todo. Ya le he dicho que no se preocupe, que esté tranquilo, que respire profundo para que se calme, pero le sigue pasando lo mismo”… me han dicho algunos padres preocupados por el bienestar emocional de su hijo. Otros que viven una situación similar se preguntan si su hijo tiene un problema de aprendizaje. Incluso hay quien llega a preguntarse si su hijo estará manipulando la situación y la realidad es un estudiante flojo.
Hoy quiero decirte que la ansiedad por los exámenes es una realidad que viven muchos niños, y que, si no es resuelta a tiempo, puede ocasionar baja autoestima, la percepción en el niño de no ser inteligente y un bajo rendimiento académico.
¿Qué es la ansiedad por los exámenes?, es cuando el niño experimenta miedo, nerviosismo o preocupación intensa ante un examen. Las preocupaciones varían de niño en niño. Algunos están sumamente preocupados por fallar, muchos tienen miedo al regaño de sus padres, o al qué dirán sus compañeros, e inclusive hay quienes desde la noche anterior se llenan de miedos sobre todo lo malo que les sucederá en el examen. Cuando esto ocurre durante un examen, la parte del cerebro emocional, que se encuentra en las zonas inferiores del cerebro, se apodera de la zona del cerebro donde se almacena y organiza el aprendizaje, la corteza pre-frontal. Esta última, en situaciones de calma y tranquilidad tiene el increíble poder del razonamiento, de la creatividad, y de la resolución de problemas.
Ejemplos del sorprendente potencial de esta zona del cerebro, son la creación de las computadoras, inventar un avión o llegar a la luna. Todo esto ha sucedido a lo largo de los años gracias al poder de las cortezas pre-frontales de muchos seres humanos.
Lo que quiero decir es que cuando un niño resuelve un examen, requiere de una corteza pre-frontal funcionando en óptimas condiciones. El problema con los niños ansiosos, no es que no funcione su corteza pre-frontal, sino que no han aprendido a manejar sus miedos con inteligencia. Y por ello, al sentir preocupación, nervios, ansiedad o tensión permiten que estos estados emocionales se intensifiquen a tal grado, que provocan que su zona del cerebro encargada de las respuestas emocionales se apodere de las partes de su cerebro que les permiten razonar, recordar, organizar y resolver problemas. De ahí que muchos niños que se sienten ansiosos durante el examen digan: “me siento bloqueado, no puedo recordar nada de lo que estudié”.
Años atrás tuve el privilegio de ser la maestra de ciencias en sexto de primaria. Y en una ocasión, me tocó un alumno, (a quien en lo sucesivo llamaremos David), que durante el examen se ponía sumamente ansioso. Para mí, era evidente que a David le gustaba mucho la materia que yo impartía, porque durante la clase participaba con entusiasmo y cumplía con todas las tareas. Sin embargo, a la hora del examen parecía que David no hubiera asistido a ninguna de mis clases, porque olvidaba todo lo que sabía. Al ver el estado de angustia de mi alumno en los períodos de exámenes, decidí hacer un experimento.
Era el día del examen y como comúnmente sucedía, David estaba hecho un manojo de nervios. Sus manos le sudaban, sus piernas se movían constantemente, sus ojos se movían en todas direcciones en busca de respuestas y después de cincuenta minutos, sólo había contestado un par de preguntas. “Sí estudié maestra”, me dijo en tono suave cuando pasé junto a su lugar. “Pero no me acuerdo de nada”, agregó.
Minutos después, tocó el timbre para salir a receso, y les pedí a todos mis alumnos que salieran. Pero, le pedí a David que se quedara. Una vez que solo quedábamos David y yo en el salón le dije: “David, olvídate del examen. Mejor vamos a hacer un juego”. Sorprendido, mi alumno me entregó su examen. Entonces le dije, “¿Jugamos a que tú eres el maestro y yo soy tu alumna? Ahora te toca a ti ponerme el examen. Sólo que el examen va a ser oral. Tú me haces preguntas y yo respondo”, le expliqué. A continuación, me senté en un pupitre y me acomodé como alumna. “Vamos David. Te toca ser el maestro y hacerme muchas preguntas sobre la materia. Yo voy a ser una alumna que está un poco nerviosa, así que hazme las preguntas poco a poco”. Tras escucharme, David sonrió. Y aproveché su sonrisa para hacerle ver que sólo era un juego. Que no se tomara todo tan en serio.
Poco a poco, David comenzó a relajarse y así fue como él logró hacerme varias preguntas. Conforme preguntaba, yo iba respondiendo. Pero intencionalmente le contestaba equivocadamente algunas de sus preguntas, y le pedí que me dijera si mi respuesta era correcta o incorrecta. También le dije que trazara una tacha en el pizarrón si la respuesta era incorrecta y que pusiera una palomita si yo contestaba bien. Recuerdo que no pude evitar disfrutar la cara de alegría de mi alumno cada vez que me ponía una tacha cuando mi respuesta era incorrecta. Creo yo que se sentía poderoso.
Tras unos minutos de jugar con él, David estaba relajado. Pero lo mejor, es que a través de sus preguntas me había comprobado todo lo que había estudiado la tarde anterior. Y terminó de confirmar su conocimiento a través de evaluar correctamente la veracidad de mis respuestas.
“¿Lo ves?”, le dije. “Eres un gran maestro de ciencias. ¡Sabes mucho! Y con esta evaluación ya me dejaste ver todo lo que has aprendido en clase”. Así, continué haciéndole ver todo lo que me había comprobado que sabía con las preguntas que me había hecho en el juego. Y una vez relajado, le dije: “Ahora sí, estando consiente de todo lo que sabes, ¿te animas a contestar el examen?”. Mucho más tranquilo y con una sonrisa en su carita, David me dijo que sí. Entonces tomó su lápiz y contestó el examen en pocos minutos. Era evidente que se había desbloqueado su mente y ahora las respuestas correctas salían de el con facilidad.
Aquella vez, cuando hice ese ejercicio, no tenía tanto conocimiento como ahora sobre las emociones. Ahora sé que lo que permitió que David se acordara de sus respuestas, es el proceso neurológico que ocurren el cerebro humano ante los diferentes estados emocionales. El miedo, bloquea la corteza pre-frontal, la calma y la felicidad nos permiten tener acceso a esta zona del cerebro con todo su potencial. Aquella vez, cuando jugaba con David, lo único que provoqué es un estado de calma mediante hacerlo de su poder y sobre todo su conocimiento. En calma, y con la conciencia de lo que sabía, fue muy fácil para él terminar su examen.
Quisiera decir que he hecho eso con todos mis alumnos que han sufrido de ansiedad en el examen. Pero la realidad es que cuando tienes grupos de veinticinco a treinta niños, a veces tu peor enemigo es la falta de tiempo para atender tantas necesidades de forma individual. Sin embargo, hoy te quiero decir que, como padre de familia, hay muchas cosas que puedes hacer para ayudar a tu hijo si es que sufre de este problema. Porque lo más seguro es que no vas a cambiar a todos los maestros que le toquen a tu hijo en su etapa de estudiante, pero si puedes fortalecer la capacidad de tu niño para manejar sus miedos con inteligencia.