El ego ha sido descrito por numerosos expertos en el tema, como la parte de la personalidad del ser humano que nos desconecta de los demás, que se siente amenazada cuando nos señalan nuestras faltas, que se considera valioso por sus logros, pertenencias o por lo que los demás piensen de él. El ego también es la parte de la personalidad que busca competir porque piensa que debe de ganar y estar por encima de los demás para estar seguro. Y para lograrlo, el ego controla, pelea, manipular para obtener que quiere. De ahí que difícilmente el ego acepta sus errores, porque en su visión distorsionada del mundo eso significa estar por debajo o valer menos. Además, el ego vive desconectado los demás se centra sólo en sus necesidades o deseos, y por eso carece de la empatía que logra la verdadera comprensión y conexión humana, indispensable para que las personas encuentren soluciones a los conflictos que tomen en cuenta el sentir de ambas partes de la relación. Esto se debe a que el ego, se olvida que en el fondo, todos somos uno y estamos mucho más conectados de lo que nuestros ojos y sentidos alcanzan a ver.
De ahí que uno de los factores que más entorpecen la armonía en cualquier relación, es cuando existe una guerra de egos en la pareja. A menudo, en consulta encuentro a dos personas que en el fondo (desde su YO REAL) están buscando amor, mutua comprensión, conexión emocional, respeto, valoración, reconocimiento, agradecimiento, cariño, seguridad, ternura y aceptación. Pero, más que contactar con estas necesidades reales de TODO SER HUMANO, están muertas de miedo ante la posibilidad de verse vulnerables. Es en estos casos cuando en lugar de conectar con su YO REAL, el o ella acuden a su ego. Esa proyección de ellos mismos que comunica y piensa: “tú no me vas a ganar”, “aquí se hace lo que yo digo”, “tengo que ser fuerte o perfecto”, “más vale que llegues a tiempo porque si no, vas a ver como te va”, “tengo que ser fuerte, no quiero que piense que lo necesito”, “no le voy a pedir nada, si no luego me va a cobrar el favor”, “claro que no, yo no fui, tú eres el que siempre se equivoca”, “ni creas que te necesito tanto”. Cuando en el YO REAL lo que piensa muchas veces es, “Eso que te duele tiene que ver con que últimamente yo no he sido respetuoso contigo”, “la verdad es que me encanta tu cariño y lo extraño”, “hace mucho que me quiero sentir conectado contigo, debería esforzarme más por tratarte con amabilidad”, “me doy cuenta que te sientes triste porque últimamente te he tenido olvidado y abandonado”, “reconozco que en los últimos meses no he sido la mejor pareja”.
En el mundo de las parejas sanas, ambas partes se permiten mostrar su yo real, conectar con su sentir y el sentir de la otra persona y así, verdaderamente entenderse. Es lo que he visto muchas veces en mi consultorio cuando hacemos ejercicios para que un lado de la pareja contacte con el sentir del otro; seres humanos necesitados de amor, cariño, conexión y aceptación. Pero, cuando el ego es el invasor, la proyección falsa de uno se pelea con la proyección falsa del otro, lo cual sólo alimenta más los miedos en la pareja, causando a su vez que el ego se haga cada vez más grande. Las parejas contaminadas por el ego difícilmente reconocen sus errores. Rara vez piden disculpas sintiendo arrepentimiento de corazón al conectar con el dolor que le han causado a la otra persona. Las parejas contaminadas por el ego tratan de proyectar muchas veces una imagen perfecta que comunica, “yo no te necesito, soy más o superior a ti”. Otras parejas buscan proyectar fortaleza o intimidar para que la otra parte se someta a cumplir con las demandas del ego.
Necesitamos familias sanas en este mundo y sé que nadie nos enseñó a ser pareja, por eso hoy te comparto esta información que tal vez te ayude a reconocer si últimamente, más que conectar de corazón a corazón con tu pareja has permitido que tus miedos y por lo tanto tu ego domine tu relación.