No sé si ya lo habías notado, pero el factor que más protegerá a tus hijos durante la adolescencia de tomar decisiones que los lleven por un camino de bien son las convicciones que ellos tengan sobre el mundo que los rodea. Más que el miedo al enojo o los castigos de sus padres.
Imagina que entran dos jóvenes de 15 años a una reunión donde, como comúnmente pasa en nuestra actual sociedad, ellos se ven enfrentados a la posibilidad de tomar alcohol, fumar o consumir drogas. El primer joven tiene una historia con sus padres en la que le han explicado que, el “porqué de las reglas de casa” siempre tiene que ver con que sus padres desean para él una vida de amor salud, prosperidad, éxito y armonía. Este joven cuenta con unos papás que a lo largo de los años le han sabido poner límites y le han enseñado que él tiene el derecho a decidir en lo que le corresponde, de acuerdo a su edad y a su capacidad. Pero que sus decisiones SIEMPRE tienen consecuencias que pueden ser positivas o negativas. Además, a este joven sus padres le han cumplido su palabra de forma consistente. Es decir, cuando era pequeño ellos le explicaban: Si hoy decides utilizar más tiempo de electrónicos del que tienes permiso, el día de mañana no tendrás electrónicos porque significa que no has sido responsable con el uso de los mismos. Y cuando eso sucedía sus papás cumplían su palabra consistentemente.
Pero no sólo aplicaban la consecuencia, sino que se tomaban el tiempo de explicarle: “Hijo, sabías que, si yo decido estacionar mi auto en banqueta roja, la grúa se lo lleva por un par de días porque significa que no fui responsable con el uso de mi automóvil. El día de hoy tú no tendrás derecho a utilizar aparatos electrónicos porque ayer no respetaste el tiempo máximo de los mismos. Así que hoy se te retira este privilegio”. Acuérdate hijo, tú todos los días tomas pequeñas decisiones y estas van cambiando el curso de tu vida. Decisiones responsables y respetuosas tienen consecuencias positivas, decisiones deshonestas, irresponsables, o irrespetuosas tienen consecuencias negativas.
Así fue como este joven creció durante años, y al llegar a la adolescencia era plenamente consciente de que sus decisiones tenían siempre un impacto en su vida. Llegó el día en el que al joven le explicaron de la presencia de ciertas sustancias que tienen la capacidad de entrar en su cerebro y crear un estado de felicidad artificial. Pero se le advirtió que esta felicidad artificial tiene un precio muy alto. “Mata las dendritas, que son la parte de las neuronas encargada de crear conexiones en el sistema nervioso”, le dijo su madre. También le explicaron que especialmente en la adolescencia, cuando se consumen estas sustancias, las posibilidades de quedar atrapado en una adicción son sumamente altas. Porque entre los 13 y los 21 años el joven está descubriendo quién es como hombre, mientras va dejando su infancia atrás y si en estos años asocia ser hombre con el consumo de estas sustancias, difícilmente va poder dejar de consumirlas más adelante. Por último, su padre le dijo: “Hijo, en las fiestas lo que más te va a proteger es el amor y el respeto que sientas por tu cuerpo y tu persona. Jamás olvides lo mucho que te quiero”.
El segundo joven que entró a la fiesta, había crecido con una relación muy diferente con sus padres. Durante años cuando se portaba mal, sabía que sus papás se enojarían con él y que posiblemente estaría castigado por muchos días o le tocaría una buena paliza. “Obedece a tu madre, e me debes respeto”, gritaba la mamá cada vez que su hijo no cumplía con la tarea. “Vas a ver cuando llegue tu papá, le voy a decir que saque el cinturón, para que te corrija”, gritaba otras veces la mamá. Este joven había aprendió desde temprana edad, que él debía evitar a toda costa que sus padres no se enojaran con él, aprendió a tenerles miedo a sus reacciones de enojo y por mucho tiempo hacía lo que ellos le pedían sólo para complacerles. Especialmente porque de niño veía a sus padres altos e imponentes y los quería mucho por el simple hecho de ser sus padres. Sin embargo, en esta relación no había mayor diálogo. Papá y ´mamá no le explicaron que el porqué de las cosas siempre estaba basado en el profundo amor que debe de sentir él por su persona y por los demás. “Ya siéntate bien y come con la boca cerrada, pareces un cochino que no tiene educación”, le decía la mamá cuando comía en la mesa sin modales. “Eres un inútil, ni siquiera sabes servir bien la leche”, le decía el papá de pequeño cuando tiraba la leche.
Cuando este joven entró a la fiesta, sabía que si consumía alcohol o drogas, en su casa le tocaría una buena reprimenda, un sermón super largo de mamá y tal vez hasta unos cinturonazos de papa. “Ni se te vaya ocurrir tomar alcohol”, le advirtió su madre en un tono amenazante antes de que él se bajara del auto. En eso acercó un amigo para saludarlo. Era el amigo que le hacía sentir que verdaderamente lo entendía, porque era el que en los últimos meses acostumbraba a darle palabras de ánimo. Su amigo le dijo: “Ven, con esto te vas a sentir super bien. No te va a pasar nada. Sólo prueba una. Ya hasta es legal en algunos estados. Piensa que es una medicina”. El joven recordó la advertencia de su mamá, pero pensó que aunque lo podían castigar, el castigo no duraría para siempre. Y que además cada vez le dolían menos las palabras de su mamá o los golpes de su papá. Y que tal vez, podría encontrar la manera fumar sin que sus padres lo descubrieran y “aprovechar su juventud”, como le había dicho su amigo.
En cambio, el primer joven entró a la fiesta convencido de lo que le habían explicado sus padres. Y aunque al principio sus amigos le insistieron mucho, poco a poco ellos entendieron su postura y comenzaron a respetar su decisión.
Cuando digo: eduquemos a nuestros hijos logrando que elijan el camino del bien a través de la convicción, es porque tengo más de 20 años trabajando con niños y jóvenes, he sido docente en los niveles de preescolar hasta universidad y tengo el privilegio de tener tres hijos adolescentes. A través de ello he podido ser testigo que educar a través del diálogo, el entendimiento y el amor tienen muchas más posibilidades de tener hijos que tomen decisiones que los lleven por un camino de bien en la vida, que aquellos que son criados a partir del miedo y la imposición. Sé que el camino del amor es más laborioso, requiere de más tiempo, de prepararnos como padres, pero a la larga la recompensa no tiene precio.