Existen dos posturas radicalmente opuestas a lo que creemos que las emociones hacen en nuestra vida. La primera es la que dice: “las emociones vienen de fuera y son una fuerza ajena a mí que influencian mi pensamiento y mi comportamiento”. En otras palabras, la mayoría de las veces mis emociones me controlan y no hay mucho que yo pueda hacer al respecto. Cuando alguien adopta esta postura tiende a vivirse como víctima de sus emociones y tiene muchas más posibilidades de recurrir a medicamentos o sustancias que artificialmente les hagan sentir mejor como el alcohol y los alimentos altos en azúcares y grasas. Las personas que están convencidas de esta postura a menudo culpan a las hormonas, a las circunstancias y a las personas de su alrededor por sus sentimientos. Pero es importante entender que aquellos que viven así, la mayoría de las veces es por falta de conocimiento sobre el manejo inteligente de las emociones, dado que la generación de adultos de la actualidad jamás recibió educación sobre este tema y la mayoría ni siquiera sabe distinguir cosas tan básicas como la diferencia entre la culpa y la vergüenza. Es decir, desconocimiento sobre el manejo inteligente de las emociones es el principal factor promotor de esta postura.
La segunda postura es la que dice: “Yo soy responsable de lo que siento en todo momento, porque conozco los elementos que existen dentro de mí capaces de encender mis estados emocionales positivos a pesar de las circunstancias y además acostumbro razonar, comprender, discernir y resolver lo que me comunican mis emociones. Más que controlar sus emociones, las personas que viven en la segunda postura saben qué les comunican sus emociones, las entienden, las razonan y las resuelven.
Después de más de diez años de trabajar en educación emocional puedo afirmar con gran seguridad que la meta de todo padre de familia que quiere enseñar a sus hijos a manejar sus emociones con inteligencia es guiarlos a adoptar la segunda postura.
Por eso, Si eres padre de familia te invito a imaginar el significado de que tus hijos vivan reconociendo la responsabilidad que tienen sobre cómo se sienten en todo momento y así descubran el infinito poder que existe dentro de ellos para ser felices. Enséñales, qué les comunica su enojo, su tristeza, su disgusto y sus miedos. Ayúdales a discernir cuando los mensajes de sus emociones provienen de pensamientos irracionales o cuando en realidad es momento de resolver su estado emocional. Enséñales que no es lo mismo razonar, resolver y entender sus emociones que controlarlas y reprimirlas. Muéstrales el camino para que conviertan la energía emocional negativa en algo positivo, y el camino para permanecer en los tres estados emocionales de las personas más felices del mundo: El amor, la felicidad y la calma.
