El poder de lograr que los niños hablen de lo que realmente sienten

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“Vengo con usted porque me dijeron en la escuela que mi hijo tiene déficit de atención con hiperactividad.”, me dijo una señora hace muchos años.

“¿Y porqué le dijeron eso en la escuela?”, le pregunté.

“Porque mi hijo casi nunca pone atención a las clases, siempre se está moviendo constantemente y cuando la maestra le pregunta qué fue lo que explicó, él casi nunca sabe nada. Me dijo la maestra que cree que él necesita medicamento”, me explicó la señora con un tono de preocupación.

“Y ¿qué sabe usted de cómo se siente su hijo en la escuela?”, le pregunté.

“No lo sé, casi nunca me habla de lo que siente, pero sí le puedo decir que a veces es muy enojón y cuando quiero hacer la tarea con él, casi siempre terminamos peleados”, me contestó.

“Quiero que sepa señora, que antes de hacer un diagnóstico de ese tipo, es indispensable conocer cómo se siente su hijo en la escuela. No se si sepa pero las emociones son la energía que nos mueve y cuando los niños se sienten ansiosos constantemente, preocupados, tensos o nerviosos, su cerebro los impulsa a huir. Este mecanismo, nos ha salvado la vida cuando los peligros son físicos y podemos correr a toda velocidad resguardarnos del peligro. Pero cuando estamos en un salón de clases y sabemos que no podemos huir, entonces muchos huimos con la mente. Por eso los niños ansiosos se distraen, se desconectan y están inquietos todo el tiempo. Y por si fuera poco, cuando un niño se siente muy tenso, nervioso o ansioso, a veces también reaccionan de forma impulsiva o agresiva. Porque el cerebro, impulsa al ser humano a atacar cuando se sientes acorralado.

Por eso, antes de diagnosticarlo con déficit de atención e hiper actividad, quisiera saber cómo se siente su hijo la mayor parte del tiempo, pero sobre todo en su entorno escolar”. Le contesté.

En las siguientes sesiones, tuve el placer de conocer al pequeño de nueve años, y para hacerme su amiga y lograr que me hablara de lo que realmente sentía le conté la historia de La Nave de los Sentimientos.

Le conté, que hace mucho tiempo había una nave que no sabía cómo volar, viajaba descontrolada por toda la galaxia. En ocasiones, la nave chocaba contra todo lo que se atravesaba en su camino. Otros días, temblaba ante ciertos objetos que volaban a toda velocidad. Y a veces le pesaban tanto sus alas, que no sabía como emprender el vuelo. Cansada porque era la única Nave que no sabía cómo volar, la nave decidió aterrizar en Marte con la decisión de reciclar sus partes y no volver a volar jamás.

Pero, un marciano que escuchó los extraños suspiros que provenían de las turbinas de la nave, se acercó a ella y le preguntó si la podía ayudar. La nave le contó, que años atrás la había construido un extraño científico que le puso un centro de controles parecido al de los seres humanos.

”Que extraño”, dijo el marciano. “¿Me dejas ver tu centro de controles?”

Lentamente, la nave abrió su centro de controles y le mostró un tablero lleno de botones con expresiones de las diferentes emociones humanas. El negro era el del enojo, el azul tenía una expresión de tristeza, el verde tenía la expresión del disgusto, el blanco parecía el botón del miedo, uno color crema transmitía calma, e incluso había uno de corazón con color rojo y un botón amarillo que parecía ser el botón de la felicidad.

El marciano se quedó sorprendido de ver un tablero lleno de botones con las diferentes emociones de los seres humanos y dijo: “Que extraño tablero, ¡nunca había visto uno parecido! ¿Qué sucede cuando presionas este botón?”, preguntó el marciano, mientras intentaba presionar el circulo negro con cara de enojo.

“No sigas intentando encender ese botón, no lo vas a lograr. Mi problema es que mis botones no se encienden con los dedos. Nunca he sabido que es lo que los enciende. Y es una de las razones por las que viajo descontrolada todo el tiempo”. Dijo la Nave.

Mientras leía este pedazo de la historia, le explique a mi pequeño paciente, que en ocasiones, algunos niños se sentían igual que la nave; descontrolados por sus emociones, como si no supieran de donde vienen algunos de sus comportamientos.
“¿Tu te has sentido así, en ciertos momentos del día?”, le pregunté.

Y con ojitos llorosos, el pequeño asintió con la cabeza y en voz baja me dijo: “A veces yo me siento descontrolado en la escuela como la navecita ”.

“Vamos a seguir leyendo la historia, para ver si la nave logró dejar de sentirse descontrolada”, le dije.

A continuación, el pequeño, acercó su cabeza a las imágenes del cuento y continué….

“Por qué no viajamos con el científico que te construyó para que nos enseñe a utilizar tu centro de controles”, dijo el marciano. “Me parece que tu centro de controles está formado de botones de emociones, que son la energía que impulsa a los seres humanos a actuar de diferentes maneras. Y sí tu aprendes a manejarlas, vivirás feliz para siempre”.

Así fue como el marciano y la nave viajaron juntos al planeta Tierra en busca del científico que la había construido. Y cuando llegaron con él, recibieron las instrucciones más importantes para que la nave y cualquier ser humano sepa manejar sus emociones.

“Primero que nada, pequeña nave, siempre debes saber qué botón tienes prendido”, dijo el científico.

Ante esta instrucción, detuve la lectura y le dije a mi paciente: “Esto equivale a que tú y yo siempre sepamos qué es lo que estamos sintiendo y podamos hablar de nuestras emociones. A veces tenemos prendido el botón del miedo, que es el que nos hace sentir nerviosos, tensos, asustados, preocupados. A veces tenemos prendidos otros botones como el del enojo, el amor, la tristeza o la felicidad. Pero no todo mundo acostumbra reconocer lo que siente. ¿Qué botón crees que tienes encendido la mayor parte del tiempo en la escuela?”, le pregunté.

Y con su dedo índice, él me indicó a través de una de las ilustraciones del cuento, que casi siempre tenía encendidos los botones del miedo y la tristeza.

“Y alguna vez has platicado con tu mamá, ¿cómo te sientes en la escuela?”, le pregunté. “No”, me dijo tras una breve pausa. “En mi casa casi no hablamos de eso, y creo que mi mamá casi siempre tiene encendido el botón de la tristeza y yo no quiero que ponga más triste”, me contestó.

“¿Cuál botón te gustaría tener encendido en la escuela?”, le pregunté. “Este de la calma y el del amor. Yo creo que mi maestra no me quiere porque soy burro”, me dijo con una expresión de vergüenza. “Estoy segura que no eres burro y que tu maestra si te quiere, me parece que tu problema es que la mayor parte del tiempo tienes encendido el botón del miedo, y por lo que dice en este libro, el botón del miedo constantemente encendido no permite que tu mente aprenda con facilidad, y tiende a hacer que sólo veas lo negativo”, le contesté. “Tal vez, si logramos que en la escuela se te encienda tu botón de la felicidad, del amor y la calma, vas a descubrir toda la inteligencia que siempre ha estado en ti y tu amor por aprender”. Su carita se iluminó con una expresión de asombro. Creo que había pasado mucho tiempo sin que alguien le dijera que él era inteligente.

“¿Y qué pasó con la navecita de los sentimientos?”, me preguntó un poco más animado.

A continuación, retomé el libro y seguí leyendo las instrucciones del científico.

“En segundo lugar”, dijo el científico, “es muy importante que conozcas para que sirven cada una de las emociones. Ninguna emoción es mala, cada una sirve para algo importante. Sólo que si no entiendes la función de tus botones, puedes hacer que su energía que te lastime. “Por eso, te voy a entregar un instructivo. Con él conocerás para qué sirven cada una de tus emociones y aprenderás a manejarlas con inteligencia”.

De nuevo detuve la lectura y le pregunté a Lucas: “¿Tú sabías que el enojo es como un botón que sirve para avisarnos cuando algo que estamos viviendo es injusto? Y que si lo sabemos manejar con inteligencia, podemos resolver nuestros problemas con amor, sin lastimarnos?”

“No”, me contestó con una expresión de asombro.

“Con este cuento podemos ir entendiendo podo a poco, para qué sirven cada una de las emociones de los seres humanos, para que no sientas que el enojo se apodera de ti”, le expliqué. “Pero antes de llegar ahí veamos cuál es la tercera instrucción del científico”.

Volví a tomar el libro y continué la lectura: “En tercer lugar, debes saber que sólo existen tres fuerzas que encienden tus botones. La primera es la más débil y son tus EXPERIENCIAS. Tus experiencias es todo lo que sucede a tu alrededor de lo que tú no tienes mucho control, como la lluvia, un terremoto, un amigo que se siente triste o una mascota que se muere. Pero debes recordar que las EXPERIENCIAS SON el elemento menos importante para encender tus botones. La segunda fuerza son tus ACCIONES. En ocasiones, puedes vivir una experiencia que te encienda el botón de la tristeza, pero si decides ACTUAR con valor y fortaleza, tus acciones encenderán tus botones del amor, de la alegría o la calma. Y la fuerza más importante que determina cómo te sientes en todo momento son tu PENSAMIENTOS. Mientras más aprendas a cuidar tus pensamientos, menos sentimientos negativos experimentarás cuando vivas EXPERIENCIAS dolorosas y más rápido resolverás los mensajes de tus emociones negativas”, terminó de explicar el científico.

“Eso significa que de las tres fuerzas que encienden mis emociones, EXPERIENCIAS, PENSAMIENTOS Y ACCIONES, yo puedo controlar dos al cien por ciento y eso hace que mi viaje por la vida sea feliz”, dijo la nave.

“¡Exactamente!, tú y todos los seres humanos son responsables de aprender a ser felices”, concluyó el científico.

Terminé de leer el cuento, y le enseñé a mi paciente que al final de la historia venia la explicación de para qué sirve cada uno de sus botones, que él y yo juntos podíamos entender mejor sus emociones en las siguientes sesiones. Y que si el decidiera aprender a manejar sus miedos y sus sentimientos de tristeza en la escuela, poco a poco sería más fácil para él encender su botón de la calma y el amor. Así con esos botones encendidos en el salón de clases, aprender se convertiría en algo más sencillo para él.

Esa historia fue el principio de una de tantas aventuras que he vivido con cientos de niños a lo largo de mi experiencia profesional, en la que niños ansiosos, logran aprender mejor en la escuela, niños impulsivos aprenden a manejar su enojos, niños con experiencias de dolor aprenden a dejar ir su tristeza, al mismo tiempo que van reconociendo su poder interior para ser felices. Y aprenden a hablar con sus papás sobre sus verdaderos sentimientos.

Varias escuelas de la región por donde yo vivo, utilizan este libro como el comienzo para desarrollar la educación socioemocional. Pero esta semana, por primera vez se encuentra mi libro “La Nave de los Sentimientos (versión digital)” de venta en Amazon. Por si tú vives en algún rincón del mundo y quisieras enseñar a tus hijos a manejar sus emociones con inteligencia, quisieras aprender junto con ellos la función de cada una de las emociones y reconocer que el poder de ser felices se encuentra dentro e cada uno de nosotros.

“Por que una sola generación de niños que les enseñemos el poder infinito que existe en ellos para ser felices, y tendremos una generación de adultos libre de adicciones”. Aquí te dejo el link para que puedas ver el libro en línea y si lo adquieres, te deseo de todo corazón que lo disfrutes con tus pequeños, tanto como yo lo he gozado con muchos de mis pacientes y mis hijos.