Todos, consciente o inconscientemente tenemos una imagen interna de la persona que nosotros queremos ser, de lo que nos hace sentir orgullosos y deseamos que nos defina como personas. Este deseo, yo le llamo en uno de mis libros, el Deseo de Ser. Un Deseo de Ser sano se convierte conforme crecemos en esa voz que nos dice: “Tu puedes hacerlo mejor, siempre has sido responsable. Tu puedes lograrlo, eres una persona tenaz. Debes sentirte orgulloso de ti mismo, hablaste con la verdad y fuiste congruente con la persona honorable que eres y deseas ser”.
En cambio, cuando actuamos en contra de la persona que deseamos ser, siempre sentimos emociones negativas. Tan solo piensa en una frase que tus padres hayan grabado acerca de ti mismo durante tus años de formación. Por ejemplo, tal vez tu padre te convenció de que tú eres una persona trabajadora. Y hoy esa es la persona que consciente o inconscientemente tú deseas ser. Y cuando tu conducta no refleja que eres trabajador, no te sientes orgulloso de tu persona.
Tal vez fue un buen maestro que te convenció que eras bueno para hacer algo. Y debido a que tú te convenciste de ello, actúas de acuerdo a ese parámetro. En mi historia palabras de mi mamá, que más escucho en mi cabeza cuando me propongo a emprender un nuevo proyecto forman la frase: “Tú puedes mi niña, ten siempre presente el poder que existe dentro de ti para lograr lo que te propones”. Y esas frases han resonado en mi interior una y otra vez a lo largo de mi vida, y han pasado a formar parte de mi deseo de ser. Por lo tanto, deseo sentir que puedo lograr lo que me propongo.
Por eso, durante los años de formación y educación de niños y adolescentes, las palabras que elegimos para educarlos, siempre deben ir encaminadas a convencerlos de la bondad interior que existe en cada uno de nuestros hijos o alumnos. Es decir, cuando tu hijo salga mal en la escuela, en lugar de decirle: “Eres un flojo, nunca te va bien en la escuela, puedes decirle: “Veo que te sientes triste por tus calificaciones, esa tristeza que sientes te está recordando que tú deseas hacer las cosas mejor, que tú tienes el poder de sacar notas más altas”. La primera afirmación siembra en el niño la idea de que es un flojo, la segunda siembra la idea de que él es una persona que aspira a ser responsable.
Por eso hoy deseo recordar la frase que dice: “El que verdaderamente sabe enseñar, jamás necesita humillar”. Porque la enseñanza más profunda siempre deja fe en el corazón de nuestros niños y jóvenes, para que ellos poco a poco descubran su potencial. Te deseo que esta reflexión te inspire a preguntarle a tus hijos: Hijo, “¿De las palabras que salen de mi boca todos los días, ¿Cuáles te han ayudado a creer en ti mismo y a reconocer tus cualidades?”