Hija, ¿por qué subiste esas fotos a tu página?

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“¿Por qué subiste esas fotos en tu página?”, le pregunté a una jovencita de secundaria hace un par de años. “No lo sé”, me contestó con la cabeza cabizbaja. “¿Te has puesto a pensar a qué te expones al subir fotos semidesnuda?”, le volví a preguntar en un tono suave, para que más que sentirse juzgada viera que la intención de la plática era ayudarla a reflexionar.

“¿Qué tiene de malo?, es mi cuerpo y yo lo quiero compartir”, me contestó la joven con un tono defensivo, tratando de explicarme su perspectiva. “Pero, además, ya no importa. Mi mamá ya me castigó mi celular. Y no lo voy a poder utilizar en un mes”.

“Y cuando te lo devuelva, ¿quieres seguir haciendo lo mismo?”, le pregunté de nuevo.

“Si supiera que no me va a descubrir, yo creo que sí”, me contestó con honestidad.

“Agradezco tu honestidad, le dije. Y por lo mismo yo también quiero platicar con la verdad. Quiero empezar por decirte que tienes razón. Esas fotografías son de tu cuerpo, y por lo mismo solo tú eres la única que puedes cuidarlo y hacer que lo vean con respeto. Por eso quisiera saber si te habías puesto a pensar que es posible que algunos de tus amigos y compañeros del salón se masturben utilizando las fotos que subiste a tu página”.

Y tras bajar su cabeza para ocultar la vergüenza que sentía, la joven me dijo que no lo había pensado.

“Disculpa que sea tan burda en mi comunicación, pero tengo que ser muy honesta contigo. Estás en una etapa en la que el despertar sexual es algo totalmente natural. Y dentro ese despertar, hay muchos jovencitos que aún están madurando muchas cosas en esta área de su vida. Algunos, aún tiene que aprender a distinguir entre la sexualidad sana y la sexualidad basura. A muchos de ellos sus padres no les han hablado de la importancia de una sexualidad envuelta en respeto, cariño y responsabilidad y lo toman como algo a la ligera. Agrégale a esto que la pornografía, en nuestra actual sociedad de adolescentes, muchas veces es promovida como algo característico de los que son “bien hombres”. Y esta última, sólo promueve que el cuerpo de la mujer sea visto como un objeto de placer y no como un ser humano que necesita respeto, amor y cariño antes que cualquier acercamiento sexual”, le dije con suavidad.

“¿Te has puesto a pensar cómo te gustaría que fueran tus relaciones de noviazgo?, ¿qué quieres que haya en ellas, respeto, amor, responsabilidad, comprensión?, ¿o te gustaría que tu primer novio sólo te tratara como un instrumento más para experimentar con sus primeros acercamientos sexuales?”

“Creo que quiero que haya todo eso que usted dijo, como eso del amor, y la comprensión”, me dijo. Y tras unos segundos de silencio continuó. “Pero no me había puesto a pensar en nada de eso. Mi mamá y yo no hablamos mucho de esos temas”, me dijo la joven con lágrimas en los ojos.

“Parece que subiste esas fotos, porque no estabas pensando en las posibles consecuencias de tus acciones. Pero de eso se trata platicar con alguien sobre esos temas. Ten en mente que en esta edad, las personas que te van a dar los consejos mejor intencionados son tus papás. Tal vez es tiempo de que comiences a pedirle más consejos a tu mamá sobre el tema, y que la escuches pensando que lo que te dice viene del amor profundo que siente por ti”.

Esta conversación es una de tantas pláticas que he tenido a través de mi práctica profesional con adolescentes. Y quisiera decir que sólo he tenido que tocar este tema una sola vez, pero la realidad es que estas problemáticas van en aumento.

Te habías dado cuenta que lo que más protege a tu adolescente de vivir experiencias de riesgo no son tus permisos o tus castigos si no su propio pensamiento y su propio entendimiento de las cosas. Dicho de otro modo, es más probable que un adolescente que REALMENTE HA COMPMRENDIDO el peligro de compartir fotos provocativas en el internet, sea más responsable con su manejo de redes sociales, que aquél que sus padres le han dicho: “Si publicas algo inadecuado, te quito el teléfono por un mes”. Es decir, el diálogo, la mutua comprensión es producto de una relación donde la principal motivación para hacer las cosas es el amor. En cambio los castigos, la mayoría de las veces promueven el hacer las cosas por temor. Y cuando un joven llega a la adolescencia, a menudo busca enfrentar sus miedos, lo que con frecuencia hace que la educación a partir del miedo termine fallando.