“¿Permites que tus hijos alcancen sus propios sueños, descubran lo que les gusta, y lo que los inspira, o eres un papá que ve a sus hijos como extensiones de su persona y de manera inconsciente buscas que ellos llenen tus vacíos o frustraciones de tu vida?”, nos preguntaba hoy la Psic. Martha Alicia Chavez en su conferencia “Tu hijo tu espejo”, mientras relataba la historia de un señor cuya vida como profesional de fútbol había sido truncada por un accidente desafortunado, poco antes de ser padre de familia. Y que tiempo después, al tener a su primer hijo lo presionaba para que desde pequeño fuera bueno en fútbol, a pesar de que el niño no tenía talentos naturales para el deporte. El señor se desesperaba si su hijo no metía gol, lo forzaba a ir a los entrenamientos y lo presionaba para que fuera exitoso en ese deporte. Este padre de familia estaba tan ilusionado de ver a su hijo alcanzar su propio sueño truncado, que por años dejo de ver que en realidad su hijo traía sus propios talentos, sus propios deseos y aspiraciones, y que el fútbol no era lo suyo. Nos explicaba la psicóloga durante la conferencia.
Este es uno de tantos ejemplos de vida, que de manera personal también he presenciado a través de ser terapeuta de niños y adolescentes. Y tristemente, puedo afirmar que el rechazo consciente o inconsciente hacía los hijos es uno de los traumas más difíciles de superar en la vida de un ser humano. Los niños que consciente o inconscientemente viven el rechazo de sus padres crecen con conductas que tienden a ser muy destructivas. Por eso, sé que nunca está de más hacer un alto y reconocer el daño que los padres les ocasionamos a los hijos cuando olvidamos que ellos traen su propia fuerza, su propia fuente de inspiración y que nosotros no somos quienes decidimos qué va a ser lo que le da sentido a sus vidas y que por supuesto, ellos no nacieron para llenar nuestros vacíos.
De ahí que también parte de nuestra responsabilidad es trabajar en llenar nuestra vida e ir sanando nuestras propias frustraciones. Es decir, aprender a ser felices sin la necesidad de que nuestros hijos lo hagan por nosotros, sin la necesidad de que nuestro amor propio dependa de si nuestros hijos son perfectos o hacen todo bien. Es decir, ni mi felicidad ni mi valor como persona depende de que mi hijo haga las cosas bien, de que saque buenas calificaciones, que sea buen deportista o que sea el niño perfecto.
Gran tarea, llena de retos esta de ser padres. Pero a la vez una de las tareas que más nos harán crecer como seres humanos.
Por eso, hoy te invito a reconocer si tú ves a tus hijos como extensiones de ti mismo con las cuales sanas tus miedos y tus vacíos, o verdaderamente les estás permitiendo ser felices, descubrir sus talentos y poco a poco encontrar lo que le da sentido a su vida.